Creación transfronteriza sin límites
la Cris, con su Guadaloope, mantiene su programa de nomadismo artístico, reflejo de la inquietud musical de quien dejó estupefacta a la audiencia de un programa de televisión.
Menuda, inquieta, delgada, vivaz, la Cris puede aparentar cierta fragilidad y engañar al espectador que asiste a sus conciertos, también, al interlocutor que charla con esta creadora de vocación nómada, de origen canario y que creció en la Playa de Gandía. Armada con la Guadaloope, ha pasado desde tocar en las calles de París o Berlín a los escenarios de un talent show , sin olvidar sus andanzas por Sao Paulo, Nueva Zelanda o la sierra de Guadalajara. Con una formación musical envidiable, en la Escola Superior de Música de Catalunya (ESMUC), la Cris es pura coherencia on the road, ingenuamente madura, y tiene una valentía contenida que ha hecho del loop su sustento rítmico y la base sonora que da sentido a su expresión musical.
«He decidido que no voy a juzgar más/ si lo que hago está bien o mal/ porque todo es fruto de una maduración/ que trasciende los límites de mi comprensión» canta la Cris en el tema No tengo nada y lo tengo todo, que abre su página en Youtube y que compuso durante su viaje por el Camino de Santiago. Reflexión más que bien traída para quien en los últimos dos años y medio no ha pasado más de cuatro semanas en el mismo lugar. De espíritu libre y crítico, sorprendió su presencia en la televisión, pero eso lo contará ella más adelante.
Porque su vida, su infancia y juventud a orillas del Mediterráneo no auguraban ese nomadismo artístico que caracteriza su carrera en la actualidad. Nació en San Bartolomé de Tirajana (Gran Canaria) en 1990, pero a los cuatro años se trasladó con su madre y su hermana a La Playa de Gandía donde comenzó su formación musical después de que un profesor le descubriera lo que era un teclado. «Sí, nunca había visto uno, llegó a clase con un piano de cuatro octavas, se puso a tocarlo y a partir de ese momento surgió como una obsesión. Sólo veía teclas por todos los lados», recuerda.
Su madre le inscribe en la Escuela de Música de Grau de Gandía y allí va la pizpireta Cristina, ya entonces una niña desenvuelta: en casa no había dinero para comprar un piano, pero ella se pasaba las tardes en la Escuela, practicando lo que le enseñaba Rosana, su profesora. «Mi madre me regañaba, me decía “¿dónde estás?”, pensando que andaba por ahí, haciendo travesuras, hasta que por fin en una de las audiciones, los profesores le confirmaron que me pasaba los tiempos fuera del instituto tocando el piano. Mi madre siempre nos ha dado mucha autonomía y eso me ha permitido llegar adonde estoy. El instituto era la moneda de cambio para seguir en la Escuela de Música».
Si algo echa de menos de aquellos primeros años de formación es que no fuera un método más práctico. «Me hubiera encantado saber cómo suena la música, cómo era una escala menor armónica en vez de saber en la teoría que el séptimo grado era el sensible. No la escribas, tócamela y luego me enseñas la teoría. Yo me lo pasaba bien, no tengo mal recuerdo, pero ahora viendo otros métodos como el de Emilio Molina, que trabaja la improvisación, pues me digo que ya me hubiera gustado tener ese aprendizaje».
Al llegar al bachiller, la Cris ya cuenta con una formación clásica notable, acompañada de sus inquietudes por la música afroamericana: soul con Ray Charles, hip-hop como el de B2K, «con los que descubrí que con una base y unos versos entraba el ritmo. Ahí es cuando descubrí también el loop». En esos veranos de bachiller es cuando vive sendas temporadas en Irlanda y Nueva Zelanda, dos viajes iniciáticos que le introdujeron en el mundo anglosajón.
Y a los 19 años descubrió el body music, la percusión corporal con un grupo de amigos músicos que terminó en una banda, Modybu. «Y en esa banda acabé cantando, algo que nadie se lo podía creer, ni siquiera mi madre, ya que siempre me había mostrado reacia; lo mío era el piano». Se iniciaba de este modo, de manera tangencial, la carrera de la Cris, aunque antes había de pasar por la ESMUC, donde se interesó por la Física Cuántica y los arquetipos de Carl Jung. «Es cierto, en la clase de Acústica con Paul Poletti, podían surgir estos asuntos. La música no es solo sonido, cuando escuchas un disco está recreando vidas, aunque no seas consciente. En la Física Cuántica encontraba explicaciones a vivencias musicales que había tenido».
Tal es su ansia de conocimiento que su formación en canto, y en todo lo que se le pusiera por delante, le llevó a marcharse de Erasmus a la Pop Akademie de Baden Württemberg donde realizó el penúltimo curso de sus estudios musicales reglados. «Comencé entonces una gira por Europa, tocando en el metro, presentándome a festivales, en Berlín gané en el apartado de loop. Y entonces me di cuenta de que estaba muy bien eso de no tener casa. Así que cuando se me acabó el contrato del piso en Barcelona, decidí comenzar a viajar sin un rumbo fijo en un proyecto que llamé “Nomadismo artístico”, moviéndome a cualquier lugar donde el arte me llamara. Estuve todo ese año por España hasta que en enero de 2016 me fui a Sao Paulo».
Le siguieron Londres, Mannheim, el Camino de Santiago, Chinchilla, Mallorca, Bilbao, Donostia, Hamburgo, Atenas, Barcelona… Y alguna parada en Gandía para ver a la familia. «Mis padres, Lola y José Manuel, aprendieron de la vida conmigo y yo con ellos. No es fácil ver a tu hija de un lugar a otro continuamente, lo entiendo». Y, entremedias, la experiencia de La Voz.
Rememorando el clásico de Burning, bien se podría decir pero, ¿qué hace una chica como tú en un sitio como éste? Una artista inquieta, en cierto modo, transgresora, independiente, bebedora de las tendencias en la creación escénica y musical, en la pedagogía alternativa, que llega a un talent show como La Voz. Una concatenación de circunstancias, la curiosidad propia de la Cris, la visión de una oportunidad en cada reto. «Un buen día recibí un mensaje de un redactor de un programa que quiere hablar conmigo, que había visto unos videos que le habían llamado la atención. Era Javi, de La Voz, lo que se podría llamar un cazatalentos, porque no solo hay personas que se presentan al casting, ellos también reclutan», explica.
La primera respuesta fue clara: «les dije que no me interesaba, pero él insistió y me dijo que quería que fuera al casting final, previo a las audiciones a ciegas. Justo ese día, yo tenía que tocar en una audición para un amigo que presentaba el proyecto final de carrera y no podía ir. Me dijeron que no pasaba nada, “queremos que vengas”, me repetía una y otra vez».
Al final, la audición de su amigo se suspendió y la Cris decidió a última hora presentarse, animada por su amiga Tere: «un casting es un casting, te puede servir para coger experiencia», le dijo. Y, por supuesto, lo superó con éxito. Y le invitaron a participar. «No quiero que nadie me marque mi camino y estar en un programa así no sé, me daba reparo. Pero como pasaba un mal momento, en el que estaba reflexionando sobre la vida y la fugacidad del vivir, lo entendí como un reto, como una nueva experiencia», cuenta. Así que la Cris fue una de las participantes de La Voz 2016, donde dio a conocer su Guadaloope y aprendió los entresijos de la industria del entretenimiento.
De seis programas llegó al cuarto. Entabló una buena relación con Alejandro Sanz, quien le invitó a su concierto en Madrid y en general la experiencia fue positiva. «Me dieron mucha libertad musical. Me respetaron mucho, el director musical era una persona con mucha sensibilidad, muy distinto, eso sí, a toda la maquinaria que estaba alrededor del programa: se nota que es un aparato del capitalismo que sólo busca audiencia».
A día de hoy, continúa con su programa de nomadismo artístico que le seguirá llevando a recorrer mundo. la Cris sigue incorporando aprendizajes y conocimientos como los que recibió en el máster Dramaturgia del sentir y poética de la coincidencia significativa, impartido por el Teatro de los Sentidos, en la Universidad de Girona. Igual de inquieta que siempre, la Cris, no descansa ni cuando regresa a casa de su madre, en Gandía. Planea nuevas aventuras, nuevas colaboraciones como la de Libréjula, con Señorita.
Dará que hablar, La Cris.